Toc, toc, toc…
Como tantas veces, llamamos a la puerta imaginaria que nos reúne y, al abrirse, aparecemos quienes formamos el equipo NCA Arlep. Esta vez, con alguna ausencia que se siente y nos recuerda lo valioso que es cada uno en este caminar compartido.

La reflexión inicial nos invita a “recobrar la vista”, a dejar que la fe —esa que ilumina desde dentro— nos devuelva unos ojos nuevos, los ojos del corazón. Mirar como mira Jesús: profundamente, sin prisas, descubriendo lo invisible que, como decía el Principito, es donde habita lo esencial.

En estos encuentros no sólo compartimos lo que sucede en cada etapa educativa. También nos reconocemos parte de un proyecto enorme, vivo, apasionante. Son momentos para recordar que no estamos solos, para sentir la magnitud del proyecto que impulsamos juntos. Detrás de cada pantalla hay miradas cansadas y a la vez llenas de entrega; manos que, día tras día, mantienen en marcha la maquinaria; vidas que sostienen el rumbo incluso cuando el viento no sopla a favor.

Desde la propuesta más temprana para las aulas de 0-1 años hasta el horizonte universitario, el recorrido es amplio y exigente. El camino es largo; la compañía indispensable. Porque lo importante no es el viaje ni el destino, sino la compañía que nos hace ser fuertes y nos permite mostrarnos vulnerables.

La pantalla acorta distancias, pero no lo suficiente como para sustituir esos abrazos que tanto necesitamos y que alimentan el alma. Aun así, las palabras nos llegan, nos alientan y nos recuerdan que seguimos remando en la misma dirección. Quizá esta barca necesite alguna renovación, algo estructural que asegure la viabilidad del proyecto. Y está bien reconocerlo. Es parte de seguir avanzando.

Hoy, como siempre, seguimos mirando más allá.
Seguimos remando.
Seguimos acompañándonos.
Seguimos siendo abrazo, consuelo y fuerza.
Seguimos siendo equipo.