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En la casa Arlep de Marqués de Mondéjar, se celebró los días 8 y 9 de febrero el Encuentro de Formación de Hermanos y Asociados en el que han participado 102 personas, 96 Hermanos de las Zonas Comunitarias de Andalucía Oriental y Occidental, Madrid Centro y Madrid Provincias, un Hermano Marista, dos Hermanas Guadalupanas de La Salle y tres Asociados.

La cordialidad ha brillado en estos dos días a gran altura y el buen ambiente ha sido la tónica dominante.

El Padre Luis Alberto, Claretiano y director de la Revista Vida Religiosa  supo presentar en estos dos días unas líneas de reflexión con una  gran claridad y profundidad que, ciertamente fuero muy bien acogidas y comentadas. Su reflexión  se fundamentó en tres pilares: la situación de la vida religiosa hoy y sus indicadores de satisfacción; El qué y para qué de la comunidad y finalmente, el liderazgo que construye la comunidad.

En relación con el primer pilar, analizó la vida comunitaria como estructura y como proceso acentuando la idea de cómo nos jugamos la vida en la estructura comunitaria. Debemos vivir estos procesos de forma colectiva y no individual. No se viene a la vida religiosa a compartir “amiguitos” sino hermanos. No es una “soltería“ compartida a lo divino. Para él los espacios comunitarios tienen que ser espacios de vida. Reconoce el ponente que nuestro carisma puede debilitarse por la deficiencia de la vida comunitaria que en nuestro tiempo debe caracterizarse por la mística de vivir juntos.

Dentro de este primer pilar nos expuso una adaptación de la Teoría U, de Otto Scharmer que, en síntesis comprende estas etapas: salir desde donde se está, dejar ir lo que no me deja ser, conectar con la fuente de la espiritualidad, dejar venir lo que intuyo imprescindible y descubrir la emoción. En esta línea nos invitó a que analizáramos la calidad que tienen actualmente nuestros espacios comunitarios. Somos muy buenos en la organización apostólica pero nos hemos descuidado en los espacios vitales. No nos cuesta organizar para otros pero sí para pensar como crecer nosotros en y con la comunidad. Tenemos que convertir nuestras comunidades en laboratorios de humanidad. Esta tarea en una tarea que tiene que desarrollarse en un espacio lento.

En el  segundo pilar abordó el qué y para qué de la comunidad con cinco aspectos: construir la realidad de la necesaria “toma de tierra”, que cada miembro de la comunidad perciba que se cuenta con él, las propuestas comunitarias deben mover a la acción, a la interpelación y abrir procesos de búsqueda, trabajar lo inclusivo y, finalmente, capacitarnos  para abrazar la pluralidad, generar emoción y compromiso.

El liderazgo que construye la  comunidad fue el tercer pilar, con el que el ponente cerró el encuentro. Desarrolló diez puntos en el que cabe destacarse el que cada comunidad debe tener objetivos claros. Debe saber a dónde va y que lo importante no es tanto salvaguardar las obras apostólicas, como  potenciar los espacios comunitarios. Dejó muy claro Luis Alberto que un proyecto de vida comunitaria no debe sustentarse en razones de subsistencia sino de emoción compartida que debe llevar a preguntaros, ¿qué nos hace arder juntos?