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Unas cuarenta personas del Distrito Arlep (La Salle en España y Portugal), fundamentalmente Equipos de Animación y directivos de obras educativas, se dieron cita los días 7, 8 y 9 de noviembre en Madrid para asistir al XVII Congreso de Escuelas Católicas, que se celebró bajo el lema “Ser, estar, educar… con nombre propio”.

El evento contó con la asistencia de más de 2 000 educadores de centros católicos de toda España. El congreso contó con ponencias de reconocidos representantes de diversos ámbitos como la cultura, el deporte, el arte, el marketing, la teología, la música, la magia, la economía y la filosofía, quienes reflexionaron sobre los verbos presentes en el título del congreso: ser, estar, educar y su significado en un contexto educativo. En la inauguración, Monseñor Luis Argüello, antiguo alumno de La Salle, afirmó que la Escuela Católica debe “ayudar a cada alumno a descubrir su nombre secreto, que le revele quién es y para quién es”. Por su parte, Pedro Huerta, secretario general de Escuelas Católicas, destacó que “somos y estamos porque educamos; es nuestra misión y vocación, nuestro modo de ser Iglesia”.

El congreso también tuvo un momento especial para recordar a las 106 personas que no pudieron asistir debido a las recientes inundaciones en Valencia, Castilla-La Mancha y Andalucía. Vicenta Rodríguez, presidenta de Escuelas Católicas en Valencia, agradeció el apoyo recibido y subrayó la importancia de la solidaridad en estos momentos de adversidad: “Más fuertes que las olas que arrastran cañas y coches, son las olas de solidaridad”. Desde Escuelas Católicas se ha lanzado la campaña “Escuelas en pie” para apoyar la reconstrucción de los centros educativos afectados.

Ana María Sánchez, presidenta de Escuelas Católicas, subrayó la misión de la escuela católica: “Somos escuelas que evangelizamos y hacemos de la educación nuestra pasión”. Los tres verbos del lema del congreso —ser, estar y educar— se relacionan con el encuentro, la relación, la escucha y la atención a cada persona “con nombre propio”. El corazón de la escuela reside en la dedicación de tantos educadores que, día a día, entregan su gratuidad, servicio, disponibilidad y ejemplo. Ellos son mediadores del conocimiento y guías para que sus alumnos aprendan a salir de sí mismos, a sentir las necesidades de quienes les rodean y a experimentar una conexión más profunda con la humanidad, con “Aquel” que nos transciende, nos anima y fortalece.

El Congreso facilitó formación, pero reafirmó nuestro compromiso con la educación cristiana que afronta muchos retos, pero mira el futuro con esperanza.

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