Los castellanos conocen muy bien el valor del trabajo hecho con las propias manos. Habitantes de una región de clima extremo pero también de productivo suelo, conformaron sus fuentes de riqueza a través de la agricultura y la ganadería. Lana y trigo, queso y vino, humildes productos en apariencia, pero que ostentan el sello del esfuerzo diario y del amor a la tierra.
¿Y qué mejor escenario que el de un humilde pueblo de Tierra de Campos para representar el tradicional belén?