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GijónAlumnos y ex alumnos de «los baberos» en Cimadevilla aseguran en la espicha del centenario que «nos lo han dado todo»
Artículo tomado de www.lne.es (Diario independiente de Asturias), firmado por Luján PALACIOS.

El centro educativo San Eutiquio La Salle ha marcado época en Cimadevilla. La que es una de las instituciones más emblemáticas y más queridas del barrio celebró ayer una fiesta de celebración para conmemorar por todo lo alto el centenario de la presencia de los hermanos de La Salle, los «baberos», en la ciudad.

Más de un centenar de antiguos alumnos se reunieron, primero en una eucaristía que tuvo lugar en la iglesia parroquial de San Pedro y después en una espicha en la plaza de Arturo Arias. Un punto de encuentro en el que afloraron mil y un recuerdos, anécdotas y, sobre todo, un cariño desbordante hacia un centro que «lo ha sido todo para el barrio y a muchos nos lo ha dado todo», apuntaba ayer con emoción José Carlos Villán, ex alumno del centro.

 Él perteneció al colegio en la promoción de 1982-1987 y estudió Mecánica del Automóvil. «Gracias a ello tengo un trabajo; empecé haciendo prácticas en un taller y allí sigo», indicaba Villán, quien guarda «muy buenos recuerdos del colegio, de los profesores y del resto de compañeros». Ayer se reencontraron, varios años y algunas canas después, para recordar viejos tiempos. «Santiago Lobato, que ahora es el director del centro, era muy buen profesor», asegura el vecino de Cimadevilla con un guiño. 

Hasta tal punto está arraigado el centro en el barrio que «mi hijo también quiere ir a estudiar a él, y mis sobrinos, que estudian allí, me contaron que todos los alumnos de La Salle aprobaron la prueba de acceso a la Universidad este año, el nivel está muy alto, y ojalá siga así muchos años», asegura Villán.

Los buenos recuerdos se extienden a todos los ex alumnos. Especialmente emocionante fue el caso de un vecino de 95 años que empezó con 5 en el centro. Fue uno de los primeros asistentes al popular «colegio de los baberos», como se llamó a la escuela por el peculiar hábito de los hermanos. Maximino Fernández no quiso perderse la cita de ayer, porque su vida también es la del San Eutiquio-La Salle.